Sukaldaritza tailerra Errekalden
Tras una pizza de frutas, un sandwich de jamón york y queso, una ensalada de frutos del mar, un chupa-chups de plátano y un semáforo hay mucho más que unas recetas culinarias de lo más original. Para los niños bilbainos es una forma nueva de ver el mundo de la cocina y, sobre todo, de practicar euskera más allá de las aulas. Esto es lo que pretende el Ayuntamiento de Bilbao con los talleres de cocina del programa Ikusi eta Ikasi una actividad que cumple su tercer año y que, según explican los organizadores, está siendo un gran éxito.

En estos talleres no hay fogones, ni hornos, solo unos cuantos utensilios de cocina, unos ingredientes muy dulces y la imaginación de unos niños que disfrutan muchísimo estando con las manos en la masa. Se ve en sus rostros la ilusión y fascinación con lo que hacen, se mueven de un lado para otro y, acompañados de sus padres, ponen un gran afán y prestan toda su atención a las explicaciones de Iñaki Uribe, el cocinero que lleva la voz cantante y que supervisa todo lo que ocurre en el taller. “Para los niños es muy gratificante preparar con sus propias manos platos y postres que luego van a poder comer”, señala Uribe, quien confiesa que “no es nada sencillo coordinar a tantos niños”. En el centro cívico de Rekalde, donde ayer tuvo lugar este taller, había cuarenta niños y quince padres dispuestos a pringarse de chocolate o de laminar una fresa con tal de pasar una buena tarde. “Hoy no es el día que más niños hay. En ocasiones se dan cita ochenta niños y cuarenta padres. Esos días hay muchísimo movimiento y hay que controlar todo “, explica el chef.

Los participantes en el taller se sitúan en torno a dos larguísimas mesas en las que realizan un trabajo en cadena que, al final de la sesión podrán degustar y paladear. La sesión de cocina empieza con la elaboración de una ensalada de frutos del mar y unos sandwich de jamón york y queso. Mientras en una mesa se afanan en hacer un plato, en la otra se enfrentan al otro. “Egon lasai, denbora dago eta”, señala Uribe, quien no pierde detalle de lo que ocurre y no para de atender dudas tanto de niños como de mayores. “Imagínate lo que es dar clases de cocina, sin cocina”, explica el maestro de este taller.

Disfrute para todos La actividad es un éxito de participación e Imanol, uno de los monitores, afirma que “hay hijos y padres que repiten, que vienen días después a preparar los platos que la primera vez no pudieron hacer”.

“A todos nos gusta andar untando la brocha en chocolate”, afirma Pablo Campos, que fue con su hija Martina

Una de las bases de la gran aceptación es que tanto niños como mayores interactúan, participan y, sobre todo, disfrutan cocinando y hablando en euskera. Llega el turno de hacer chupa-chups de galleta y plátano. Los niños se arremolinan junto a las mesas, atienden a las explicaciones e, inmediatamente, se ponen manos a la obra. Entre ellos están Pablo Campo y su hija Martina, de 3 años. Se ve que disfrutan y gozan con la experiencia. “A todos nos gusta andar untando la brocha en chocolate”, afirma Pablo. “A partir de ahora, vamos a hacer más cosas de este tipo. Rompes con la rutina y haces cosas diferentes a lo habitual”, precisa este padre que reconoce que es “la primera vez que acude a este taller”.

Llega el momento de hacer un semáforo con chocolate y lacasitos. Araitz y Adur, de 9 y 5 años, respectivamente, están en plena elaboración del plato junto a su padre, Txibi. “Es la primera vez que venimos a este taller y estamos encantados”, explica el progenitor. Acto seguido Araitz señala que “me lo estoy pasando muy bien, me encanta porque disfrutas mucho y haces cosas que puedes comer”.

Para poner el colofón al menú, Iñaki Uribe propone dar una vuelta de tuerca al concepto de pizza que tenemos. Con bizcocho como base, toma cuerpo una peculiar pizza de frutas. La fresa y el kiwi son las encargadas de dar colorido y sustancia al plato y, para ello, han de trocear la fruta. “Cuidado con los cuchillos”, advierte Uribe. Mikel Rosón no pierde detalle y colabora con sus hijas Laia y Jone, de 5 años. “Lo que más me está gustando es que, respecto a otras actividades, los niños y los padres interactuamos más. Es la primera vez que participamos, pero estoy seguro de que repetiremos”, explica Mikel.

Una vez finalizados los seis platos, toca disfrutar de lo trabajado y degustarlos bien en el propio centro cívico o en sus casas. En un lugar o en el otro, el euskera ha de meterse hasta la cocina.

Fuente: Deia

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